lunes, 8 de mayo de 2017

El frío de la lluvia se extiendió por mis pies, y subió despacio hacia mis piernas, mis muslos, siguiendo con  su camino implacable hasta llegar a mi corazón.  Se instaló allí,  como la permanencia detestable de algo que amaba. Sus raíces están enredadas con una fuerza imponente, que no logro vencer para romperlas.
¿Porqué la gente le teme (le tememos) a la verdad? ¿Será porque duele? ¿Será porque es poco conveniente vivir las cosas como vienen, como son? ¿Será porque es más fácil no aceptar la propia realidad? No comprendo el terror humano a las reacciones ajenas...
Sí, puede ser difícil pero, ¿No es acaso más cruel esperar que otros descubran la verdad y se rompan el corazón solos? Mentimos u omitimos la verdad porque nos da miedo lastimar a las personas que amamos, o queremos...Pero en realidad mentimos porque no tenemos el valor de enfrentar lo que el dolor que sabemos podemos causar en otros impacta en nuestra propia imagen de nosotros mismos. Al final, no decir la verdad por "no herir" es la oda suprema al ego, porque además de mentir, estamos asumiendo cuál será la reacción de la otra persona y colocándonos en un pedestal de excusas para justificar nuestra cobardía, auto clasificandonos como el protector y el mártir, el que tiene que cargar con el peso del mundo a sus espaldas y al mismo tiempo, lo salva.

Tengo miedo, me convulsiono, y no sé que hacer. Estoy perdida, pero al mismo tiempo, me estoy encontrando en lugares que nunca creí que lo haría. Soy más etérea, y al mismo tiempo más fuerte. Mientras mi cabello gotea luego de la ducha caliente que tomé para vencer el frío, y tratar de conciliar el sueño, y bebo un té que pregona ayudar a lograr esto, escribo. Escribo porque no sé que más hacer. Escribo, porque es lo único que me consuela y ayuda a ordenar mis pensamientos caóticos y desordenados. Escribo, porque si no, se me va la vida, y la cordura.