sábado, 9 de noviembre de 2013

La sombra de la madrugada

Son las dos de la mañana exactamente. Suena el móvil, porque estoy sentada en el comedor tratando de arreglar un trabajo que debo entregar mañana y mi novio me espera del otro lado de la línea para dormir.  Ni modo, pienso, no me queda más que no dormir y esperar no aparecer como una zombi en medio del curso de hoy a las 7:00 am, mientras supero los síntomas de la privación de sueño que son similares a los de la resaca, tal como un corazón roto activa en el cerebro las mismas rutas que una quemadura grave. Veo con el rabillo del ojo la sombra que pasa corriendo tras de mí. Debería estar asustada, bastante, porque sé que está esperando que vaya a dormirme para no dejarme, respirarme en la oreja y jalarme las cobijas.
Yo sé que es un ser sobrenatural y merece mi respeto, pero ¿porqué no puede darse la molestia de molestarme durante el día? Tal vez, si está sola, podríamos platicar un poco. Lo veo acercarse (él, ella, eso) con interés para leer que rayos estoy haciendo y porque no le pongo atención. Es probable que ahora mismo esté muy ofendida, pensando en formas de molestarme más, de asustarme justo ahora...si, sentí tu toque en la espalda. Pero porfavor, ¿no has leído mi petición? Es más, pregunto, ¿no has leído mi ofrecimiento? Platicar, de tu a tu. Y nada más.
Supongo que la luz eléctrica es un fastidio para tí. Eso de no poder acecharme con completa libertad gracias al invento de un tipo loco sí que ha de ser frustrante. Me imagino que antes, era mucho más sencillo. La verdad, no tienes más que oprimir un botón (ahora la cosa es que atinés cual) para pegarme un buen susto. Estás probando, pero sólo has encendido más luces. El perro aúlla en el patio, debió de haberte visto, deberías ser más discreta, porque ellos sí pueden ver bien, no como los humanos, que estamos parcialmente ciegos en ese sentido. 

martes, 15 de octubre de 2013

El destino del cangrejo

Melian estaba parada en la orilla del mar, remojando sus pequeños pies en el agua, preguntándose porqué al agua alguien le había echado sal. Muchas veces se había duchado, había bebido agua, y había jugado con ella, y no recordaba, ni una sola vez, haber sentido ese gusto intenso a sal (a excepción de la vez que accidentalmente cogió una cucharada de sal en lugar de una de azúcar), ni esa molestia en sus ojos al contacto con el agua. También le molestaba que su hermoso cabello oscuro estuviera hecho una maraña pegajosa, y que su boca se sintiera seca, como si estuviera en medio del desierto. No comprendía porqué esa agua era tan diferente a la que ella estaba acostumbrada. No era su primera vez en el mar, y sin embargo, no dejaba de fascinarle su inmensidad y su belleza. Lo escuchaba cantar para ella, y llamarla constantemente, al punto de que su corazón sentía nostalgia cada vez que debía volver a su vida normal, lejos del perfume de las olas. 
Su madre Amata la observaba desde la ventana de la casa, preguntándose qué estaría pasando por la mente de su pequeña hija. No imaginaba que la niña no cesaba de pensar en su amor al oceano. 
De pronto, Melían se lanzó corriendo al agua poco profunda, para atrapar un pequeño cangrejo que corria despavorido, huyendo de sus pequeñas manos torpes. Finalmente, la velocidad de la niña fue mayor a la del cangrejo, que tenía un caparazón cubierto de pequeñas gemas de colores brillantes, y lucía una expresión desolada en el rostro. 
-Espera, no me lastimes-dijo el cangrejo. -Puedo llevarte a lugares inimaginables, puedo darte todo lo que quieras, puedo concederte muchos deseos...-Melian pensaba en un vestido nuevo para su muñeca, todos los dulces que pudiera comer y tal vez un lazo nuevo para adornar el cabello de su madre...pero esos deseos jamás salieron a la luz, porque la niña se alzó gritando en el aire, mientras en cangrejo reía. Su madre llegó justo a tiempo para halarla de los tobillos hacia el suelo, con una jaula que había reservado especialmente para la ocasión. La pobre niña estaba lívida, y el cangrejo mostraba su ira haciendo sonar sus pinzas y amenazando con arrancarle un dedo. Amata atrapó al cangrejo y alejó a su hija, que observó que la jaula era de oro sólido, con símbolos labrados en todas las aristas y bellos hilos de oro que atravesaban los barrotes, formando una malla casi invisible. El cangrejo opuso resistencia, intentó huir hacia el mar, atacar a Amata, y por último, trató de saltar para perderse entre la arena, pero todos sus intentos fueron vanos. Fue encerrado en la jaula, y pese a sus constantes protestas, llevado hacia el interior de la casa de vacaciones de la familia de Amata, que había pertenecido a ella por generaciones. 

lunes, 6 de mayo de 2013

La criatura de la laguna.


"Estoy en un punto de debate metafísico. Tal vez sea la edad o solo la crisis, el punto es que encontré en un texto de Voltaire la locura suficiente para cuestionarme si mi vida no tendrá similitudes con las del autor y yo estaré destinado a dedicar mi alma fácilmente torturable al arte. Padezco una versión leve de trastorno bipolar, para el cual no consumo drogas ni ningún tratamiento, pero por momentos siento que debería hacerlo. No he ido a un psiquiatra, lo cual es una ironía considerando que mi madre es parte del gremio. Creo que regresar a ser yo mismo me está costando más caro de lo que pensaba. Durante los momentos que el alcohol  adormecía mi ser, podía por fin encontrar la paz que tanto he anhelado toda mi vida... Esos años de letargo emocional y mental dejaron serias secuelas en mi subconsciente, por lo que existen profundas lagunas en mis sentimientos que ni yo mismo reconozco. Algunas poseen una belleza comparable solamente con el Edén, otros son similares a los valles de Suiza, y otras son oscuras y malolientes lagunetas, como el futuro de algunos lagos de mi país. No soy una persona violenta, ni mucho menos, pero no puedo evitar tener accesos de ira, eso le pasa a todo el mundo, pero en especial ocurre en países como el mío, donde la desigualdad, la violencia y el dolor están a la orden del día...Mi miedo más grande es que me maten, que un imbécil con un arma y un cerebro humano tan desperdiciado, que solamente  usa para poder apretar un gatillo y medio balbucear algunos vocablos en una jerga incomprensible, cegue la vida de alguien tan importante como yo, más importante que 10,000 de ellos. No soy egocéntrico, solamente estoy diciendo la verdad. ¿De qué sirve alguien como ellos en la sociedad? ¡De nada! ¡De absolutamente NADA!...
Pero bueno, ya estoy perdiendo el control, y no es para eso que estoy acá. Volvamos a las lagunas. Había una de ellas que yo encontraba particularmente hermosa, porque sabía que en su corazón había un ser de innegable belleza, pero de largas garras y colmillos, que la protegía sin descanso. Sin embargo, ese ser me dejaba remojar mis pies en la laguna, y de vez en cuando bañarme en sus aguas refrescantes...eso sí, nada de beber el agua, porque su veneno me habría matado...en lugar de eso, me conformaba con filtrarla con hojas, rocas, ya sabe usted, esas conversaciones de rutina que se tienen con la gente en el trabajo...y así podía beberla sin morir de inmediato, sintiendo como la toxicidad me embriagaba lentamente.

Pronto, me enamoré como hacen todos, y poco a poco fui abriendo espacios en mi subconsciente para esa persona especial...ella era maravillosa, tan maravillosa que me ayudó a transformar las lagunas en valles llenos de recuerdos, en especial aquellas oscuras y malolientes...poco a poco, el monstruo fue sintiéndose amenazado. Lo veía encogerse de terror cada vez que ella amenazaba con pisar el valle de su laguna, pero yo lo calmaba diciéndole que podíamos confiar en ella...Un día, juraría que lo vi gruñirme molesto, pero pensé que había sido una idea mía nada más. Poco a poco, la laguna del monstruo fue quedándose sola, porque no me sentía preparado para dejar entrar a nadie aún. Sin embargo, ella insistía, y un día no tuve más remedio que dejarla entrar, gracias a un acceso enorme de ira que dió como resultado una semana de medicación intensa y de reposo...casi totalmente repuesto, decidí que era momento de presentarla con mi monstruo, pero este se negó a salir. Sin embargo, la dejó caminar descalza por la hierba suave del valle, y aún remojar los pies en el agua, no sin cierta aprensión. 
Poco a poco, las visitas de ella se hicieron más frecuentes y más placenteras, yo podía sentir al monstruo acercándose con curiosidad hacia ella...Un día, en que las dosis de antidepresivos y la hipnosis  fueron más fuertes que yo, desperté con un grito gutural desde dentro de mí. La criatura estaba avisándome que alguien estaba dentro, tratando se drenar la laguna, su casa, ¡Nuestra casa!. inmediatamente desperté, hecho una furia, golpeando todo a mi paso...Pude ver el terror en sus ojos, y eso me hizo retroceder. Sin embargo, cuando llegué a mi laguna, vi que estaba sucia, llena de barro, y en el poco líquido remanente, mi hermoso monstruo se debatía entre la vida y la muerte; con mis propias manos, volví a llenarlo de agua...

No volví a verla hasta mucho tiempo después, cuando mi amor por ella ya no era tan intenso pero seguía allí, ardiendo. La sola visión de su cabello, y sus ojos, encendió la llama de mi amor de nuevo. me habló, nos bebimos una café con caramelo de esos que cuestan un ojo de la cara, y me pidió que volviera a visitarla...De haber sabido cómo me traicionaría, nunca hubiese aceptado, pero no lo sabía. Poco a poco, fuimos volviendo a ganar confianza, y poco a poco también, fue pidiéndome que la dejara entrar en la laguna. Temiendo lo peor, opuse resistencia tenazmente, pero sus encantos y su dulzura dominaron los los aullidos espantados de la criatura, de la que gradualmente ganó la confianza de nuevo también...quisiera haberle dicho que no se puede confiar en los monstruos cuando uno huele a sangre. 

Un día, de nuevo, desperté con gritos, gritos desde dentro de mí. Pude ver, el veloz sucesión la escena más aterradora: Ella trataba de drenar la laguna junto con mi madre, y mi novia...yo tenía una novia, pero nunca la amé realmente, era un accesorio más en mi vida...La criatura, estática, observaba retrayendo los colmillos y las garras, y yo estaba atado en una silla hecha de ramas y hojas...el trío de mujeres estaba completamente ajeno a lo que acechaba en el fondo de las aguas, inocentes, las víctimas perfectas...el ataque no duró ni dos minutos, fue limpio, efectivo, al cuello...la primera en caer fue mi madre, la responsable de alimentar al monstruo tantos años..."

Fragmento del relato del esquizofrénico Luise Jung, cuando se le interrogó acerca del asesinato de su madre y su psiquiatra, en 1992. 

"Lo encontramos llorando sobre el cadáver de su madre, golpeándose el pecho y tratando de escupir...pudimos observar como vomitaba una gran cantidad de agua de olor dulce mezclada con antidepresivos, probablemente debido a que había sido dopado y sometido a hipnosis con propósitos médicos" 

Testimonio de los agentes que acudieron al llamado de la novia de Jung. 


"Me despertaron gritos, pero esta vez desde fuera...Estaba de pie, con un afilado cuchillo en mis manos, apuñalando a mi amor, a la mujer de mi vida, mientras esa que decía llamarse mi novia miraba impávida llorando y suplicando que parara, que no la matara...cuando pude reaccionar, vi que mis manos eran garras, y mis dientes colmillos, entonces me dí cuenta que la única laguna que había querido mantener era la del monstruo que vivía en mí pero que yo mantenía vivo porque tenía miedo de caer ante el monstruo de otros...Así fue como llegue acá, a que usted, amable doctor, escuchara mi testimonio para este juicio que ya se me ha hecho tedioso. Como habrá leído en el informe policial, me deshice de la laguna justo después de hacer la voluntad del monstruo, así que este murió, a menos que... olvídelo, no es nada. Creo que el tratamiento me sentará bien y podré volver a la sociedad de nuevo, una vez que se demuestre que no estaba en mis cabales cuando...usted sabe bien. Ahora, si me permite, debo volver a mi lectura, ya que estando en una celda realmente no hay mucho que hacer más que cultivar la mente. A veces, anhelo las lagunas para no tener que vivir con mi pasado, pero entonces recuerdo lo que puede crecer en ellas, y el pensamiento me abandona rápidamente. Espero que lo que pude contarle le sirva para sacarme de aquí. A menos que haya aprendido a vivir sin agua."

Fragmento del relato del esquizofrénico Luise Jung, cuando se le interrogó acerca del asesinato de su madre y su psiquiatra, en 1992. 

Tengo veintidós años. Y no sé qué carajos hacer con mi vida.

domingo, 10 de marzo de 2013

Buscando entre la música que quisiera cantar el día de la boda de mi mejor amiga, me encontré esta joya...espero les guste.

http://www.youtube.com/watch?v=kN6hNWJTj9Y

lunes, 11 de febrero de 2013

Bahanamak y la llegada de la nutria

Vivían en el paraíso. Bahanamak era nada más y nada menos que eso. Todas las noches, la brisa del mar salía de su rincón submarino para llevar a los enamorados furtivos las cartas que habían sido olvidadas en botellas verdes desde tiempos inmemoriales, con un dulce olor a rosas doradas únicas en el mundo. Ella, costurera de oficio, y él, pescador no por cliché sino porque le daba la gana. Allí, los árboles frutales nacían ante las buenas intenciones, al igual que las hortalizas ante los pasos de los niños,  por lo que buscar el sustento no era necesario en tanto se viviera con buena actitud y se conservara la inocencia. 
Allí, se podía caminar al fondo del mar sin ahogarse, porque para eso ya les bastaba y sobraba con los ahogados de otros puertos que, de vez en cuando, llegaban flotando a sus costas, y al ver la hermosura de las mismas, resucitaban solo para pedir que los enterraran en la isla y se morían completamente felices arrullados por el canto de la sirenas, que solo cantaban en los funerales voluntarios. Cada vez que aparecía un ahogado nuevo, todo el pueblo se reunía para llevarlo a la cuesta de los ahogados, y darle un santo entierro, porque eso significaba un manantial nuevo con agua pura, que sabía a los más nobles sentimientos de aquel o aquella que acababan de enterrar. 

Ella adoraba la brisa nocturna y sus historias de canciones; él, por su parte, amaba perderse entre las profundidades del mar por horas, saludando a los peces, corales, tiburones y al ocasional monstruo marino, rescatando las perlas más hermosas para adornar su casa. Se amaban con simpleza y con locura, porque se habían visto y se habían querido desde el primer día, sin razón, sin conocimiento de sí mismos y sin excusas.  No recordaban cuando habían llegado sus antepasados, ni sabían cuando se irían. La isla parecía adaptarse a sus necesidades según sus familias se hacían más grandes o más chicas, y la tasa de muertes y nacimientos era constante, teniendo el como increíble resultado que la población siempre fuera la misma. Ya sea por coincidencia o suerte, siempre reconocían en el recién nacido las maneras de aquel o aquella que acababa de morir, fuese por la reencarnación, o porque cada moribundo elegía donar a aquel que había de nacer, todas sus virtudes y lavarle todos su defectos. De alguna forma, todos los niños que nacían, lo hacían de familias distintas, y si había dos nacimientos simultáneos, uno sería niña y el otro niño, para evitar los matrimonios consanguíneos. 

Todos eran hermosos, con la piel de una hermosa tonalidad dorada, como sus rosas, y los ojos de un verde amarillo centelleante que emitían luz propia. Gracias a ello, podían ver en la oscuridad y comprender a los gatos en sus correrías nocturnas, lo cual reducía significativamente el número de felinos calados por baldes de agua fría en las madrugadas. 

Nunca nadie vivo había llegado a la isla, ni había intentado salir de ella, porque era perfecta.  Nunca hacía mucho calor ni mucho frío, y el sol no quemaba la piel. La música sonaba con una armonía inquebrantable según el ánimo de los habitantes, y a veces, cuando por los poros les salía el silencio, hasta el mar se alejaba para que pudieran disfrutar de completa quietud. No había sentido del tiempo, y lo mismo podía ser hoy que mañana, porque cada quién vivía su vida según le placiera. Todos tenían oficios distintos, sin opacarse  entre ellos, pero sin desatender a aquellos que solicitaban su ayuda. Es así como fue Bahanamak hasta la llegada de la nutria. 

jueves, 7 de febrero de 2013

Don Jerónimo

Ayer, mientras cubríamos a ruta usual de regreso a mi casa, justo en el semáforo donde siempre lo encontramos, estaba don Jerónimo. Nosotros hablábamos de las eventualidades de la vida, que si la economía, que si los cambios, que si era bueno o no quedarse en en país, a raíz de la situación actual de nuestra sociedad enferma y torturada... Y allí estaba él, parado en un arriate en medio de una transitada calle, con los ojos cerrados, y las manos abiertas hacia el cielo, a las nueve de la noche, sosteniendo su gorra de todos los días, rezando, dando gracias, supongo, porque había logrado vender todos los panes que suele llevar en un bolso verde que ahora cuelga de su hombro, vacío. Me quedé en silencio por un momento. No sabía cómo continuar mi argumento y mis quejas frente a una persona tan agradecida, tan sencilla, tan llena de esa vida que me falta al ver como se consume mi Guatemala...Me sentí bien, bien porque él me dio una lección, y mal, porque aún siento dentro del mi el remordimiento de no estar haciendo todo lo que puedo para cambiar la vida de muchas personas que sufren, y porque no estoy siendo suficientemente agradecida. Él, don Jerónimo, un anciano que debería dormir la mona en su casa todas las tardes, sale a trabajar porque...Porque sus hijos lo abandonaron, porque mantiene a sus nietos, porque ayuda en su comunidad...no sé por qué; pero pese a que trabaja arduamente todos los días, tiene tiempo y voluntad para dar gracias, para sonreír, para dar bendiciones a todo el que pasa. Gracias a él, por ser una llama que no se apaga. Me recuerda un cortometraje que vi cuando niña de un grupo que llevaba unas velas encendidas. Su velas eran sumergidas en agua, sopladas, encerradas, y nunca dejaban de brillar. A ellos los metían presos, les quitaban todo, los torturaban, y no dejaban de cantar, de sonreír y de mantener vivo ese fuego. Ahora me doy cuenta que era el fuego mismo de la vida, el soplo divino que ardía en su interior, y estoy tratando de avivar el mío.
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Don Jerónimo ya no está. Murió por una enfermedad que no pudo curar. Esto es muchos años después de la historia original. Pero me pareció un tributo digno a su memoria publicarlo.