sábado, 4 de diciembre de 2010

Inspirado por Truman Capote

Llego al salón iluminado con lámparas amarillas. Nunca le había gustado la sensación que dejaba en la vista esas luces, pero se dió cuenta que aportaban calidez al ambiente. Quizá por ello consideraba necesario cubrir las lámparas teóricamente más eficientes que tenía en su apartamento (que emitían luz blanca) con pantallas de colores cálidos, para evitar el contraste frío de las paredes grises, que se humedecían por el viento húmedo y gélido que soplaba en esa zona de la cuidad. Un sitio agradable, pensó casi con nostalgia, recordando las pantuflas mullidas de color rosa que había dejado a cambio de unos altos zapatos negros, que le incomodaban horriblemente, pero la hacían ver más elegante y sofisticada que su habitual set de jeans y All-Stars raídos.
Se encontraba en un salón lleno de gente extraña, que pareció observarla con interés casi, casi con temor. Eran personajes demasiado peculiares para fijarse en ella, que habitualmente llamaba la atención por sus facciones angulosas y detalladas, por el vaivén de sus caderas y la actitud irreverente de una mujer que sabe que lo tiene todo. Sin embargo, esa aparente falta de interés quedó descartada en los cuchicheos que acompañaban cada uno de sus pasos, que somaban rítmicos como un tambor. Se asomó tímidamente al espejo del baño, y observó su cabello, brillante, claro, que cubría sus ojos maquillados de forma que se veía más grande (y quizá más peligrosa) de lo que realmente era. Se sintió pequeña e indefensa, en la soledad de quien está rodeado de desconocidos. Simplemente quería marcharse, pero su amigo que la había llevado desapareció entre los arbustos con un penetrante olor a hierbas quemadas, lo cual no era precisamente una sana combinación con alcohol para tomar un automóvil y volver a casa. Se sentó en una mesa y reconoció de inmediato a la chica del cabello naranja, ni rubio ni pelirrojo..naranja; la vió rodeada de admiradores, que se quedaron en silencio cuando se sentó en la mesa, casi sin respirar. La chica sonrió, de forma que todo el mundo se relajó, y ella de devolvió una sonrisa un tanto tímida, mientras revolvía un trago con el dedo, a falta de un agitador decente. -No hay nada para mezclar con el whisky-dijo en voz alta, como un pensamiento perdido. -El whisky no se mezcla con nada...No me gusta-Respondió una voz a su lado, mientras un chico pálido, de facciones amigables, y mirada tímida se sentaba a su lado. Llevaba puesta una cazadora negra, que acentuaba el contraste entre su piel pálida y su cabello oscuro. Tenía una nariz prominente que curiosamente se suavizaba con unos ojos que miraban con cautela, pero guardaban cierta dulzura, o demasiado bien educados para aparentarla. ella no respondió nada...pero se levantó, dejó su trago en la mesa...y volvió a los 5 minutos. -Era whisky o ron...arg-Dijo con una mueca ella, mientras tomaba una lata de cerveza del refrigerador. -Al final, me decidí por una cerveza-. El ruido de la lata la distrajo, ante la mirada perpleja del muchacho que encendió un cigarrillo extraño (dulce...) y le compartió sin reparos. Ella fumó, casi segura de que lo hacía por compromiso, más allá de por interés verdadero. Otro chico llegó a sentarse a su lado, de pinta interesante, como de artista, alto, delgado, con unos lentes cuadrados que lo hacían ver como un diseñador un tanto extraño, pero con un acento de masculinidad que compensaba la combinación de sus vaqueros ajustados con una chaqueta de lona perfecta. Le tocó la espalda mientras ella hablaba con el chico tímido de historias de borracheras, y le preguntó acerca de su vida, su carrera...era la primera vez que alguien se interesaba tanto en ella, y que a ella le interesaba tanto alguien. Sin embargo, había algo en la ausencia total de futuro con el chico tímido, en su valentía para ser el primero en hablarle...que llamó su atención, y no podía dejar de atraerla; pese a que las intenciones del chicho de lentes se veían mucho más serias. Fue de nuevo al tocador, mientras su amigo, con olor a hierbas, le dijo que el chico tímido...no era tan tímido como parecía. Ella sonrió, y salió del salón, a pretender que fumaba. Ni encendió el cigarrillo, siempre le había dado asco el olor  a tabaco. Sin embargo...bastó la pretensión de buscar luz para que en un segundo tuviera al chico pálido de la cazadora negra, con un Zippo encendido a su lado. -Gracias, sonrió ella, pero creo que no fumare hoy-. Sonriendo, caminaron hacia el parque, mientras el decía: -La verdad, nada sabe bien.-

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