miércoles, 1 de diciembre de 2010

El fantasma.

Leía sentada en la biblioteca, sin más entretención que una historia extraña donde los personajes eran tan improbables como hallar el bosón de Higgs en algo más que teoría...la comparación valía, pues la llamada partícula de Dios, era para ella, más o menos, la imagen de Dios que tenía ultimamente. Lo sabía existente, presente en su vida...pero se había alejado tanto del conocido "buen sendero" que se temía que Dios ya no iba a tomarse la molestia de acercarse a ella...Un cuadro de Jesucristo con la mirada hacia el cielo le parecía la observaba con un gesto reprobatorio, mientras pensaba en que se estaba desviando del cuento original que leía, anadiéndole drama, quizá un engaño pasional...demasiado aburrido para su gusto. Cuando terminó de leer la historia, se acercó un chico de profundos ojos verdes, y la observó con cuidado, antes de sentarse a un par de mesas de distancia.  Ella se sintió incómoda, porque en general disfrutaba más de la soledad, y la sola presencia de alguien más perturbaba su tranquilidad...Sin embargo, había algo en él que la incomodó más de lo usual. No podía ser su físico, pues no era particularmente guapo, pero en sí, era algo de su esencia que hizo que hasta los finísimos vellos rubios de sus brazos se erizaran. Quizá era la mirada, una mirada pura como un tanque, que parecía, en el fondo, ocultar algo oscuro...se le antojaba como una laguna cristalina y escondida donde alguien había arrojado un cadáver.
Nerviosa, decidió volver a dedicarse a lo que hacía, a inventar personajes para  cuentos demasiado aburridos que sin razón aparente, le quitaban la atención hasta antes que llegara el chico.
-Hola, me llamo Truman- dijo él, tendiéndole la mano, y con una sonrisa algo forzada que parecía como el resultado de horas de práctica frente a un espejo. Ella se sobresaltó, por que no se había percatado de que él se moviera, del sonido de sus pasos, de nada en lo absoluto...ella, que podía escuchar el susurro del más leve viento y hasta el caer de las hojas, oler cualquier olor, sentir cualquier movimiento...Cuando salió de su estupor, inevitablemente levantó la mano (cuando el misterio es demasiado grande, es imposible desobedecer) y estrechó, con dedos trémulos, la mano del chico. El se estremeció un poco al sentir la mano fría de ella, pero se sintió satisfecho de sentir que podía rodear completamente las finísimas manos de la chica con  la suya. Era una mujer hermosa, que no parecia pertenecer a alguna cultura conocida, por las caracteríaticas de su rostro...como alguien que debió nacer rubia, pero en su lugar era morena...inevitable pasar cerca sin deternerse a verla por un momento. Sin embargo, había algo en ella, en su presencia, que alejaba a la gente, que se sentía asustada de verla tan ausente mientras leía, o contemplaba un árbol, lo cual fue precisamente lo que le llamó la atención. En el momento que entró a la biblioteca, sintió que había algo especial allí dentro, y dejó que sus pies lo guiaran por donde les placiera...después de varios minutos de caminata, llegó hasta ella, y se sentó cerca, notando como hacía una mueca discreta de desagrado cuando se percató de él. Antes de eso, la había observado detrás de una estantería, mientras movía los labios, presumió el, leyendo un cuento interesantísimo, pues no parecía poder apartar su mirada del libro.

Ella se sonrojó, por que no pudo articular palabra alguna mientras él seguia estrechandole la mano...pasaron un par de minutos, hasta que por fin pudo soltarse y dar por toda respuesta una sonrisa. -Te molesta si me siento contigo? Estoy un poco aburrido-dijo. Ella, sin hablar, negó con la cabeza lentamente, ya sin sonreír. No supo porque no pudo decirle que no se sentara, que si le molestaba, que había algo en el aire gélido a su alrededor que le disgustaba. El se sentó, y lejos de tratar de entablar una conversación, empezó a tocar una melodía hermosa en una vieja armónica que sacó de su pantalón. La melodía le recordaba su caja de música, la que le había regalado su padre. Inevitablemente, relajó su exresión, lo cual fue tomado por él como una buena señal, puesto que sonrió por un segundo. Al momento en que esto ocurrió, ella recordó que estaban en una biblioteca,  y que iban a echarlos de allí, es especial por el eco que provocaban las notas al rebotar contra las magníficas estanterías. -Shhhhhh!!-dijo ella, mirándolo con una intesidad amenazadora. El bibliotecario parecía inmune a las notas, mientras seguía sellando los libros. Le preocupó la demás gente, pero al observar con detenimiento se dió cuenta que no había nadie, nadie más que ellos. Al realizar esta inspección, no se dió cuenta que el chico se acercó a ella, y al voltear, tenía sus pupilas inmensas frente a las suyas...tan cerca, que vió su mirada de asombro reflejada en los misteriosos ojos de él...Se moría por besarlo. Sin embargó, lo apartó de un empujón, y lo observó correr hacia la salida. Ya en ella, lo vió despedirse del bibliotecario, que lo saludó con una sonrisa cómplice. Y ella que creía que era un fantasma!
Su decepción fue mucha, pero no dijo nada. Ahora iría más frecuentemente a la biblioteca.

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